miércoles, 30 de octubre de 2019

Bolsa de Residuo


No supe hacer otra cosa que seguirle el rastro. A qué hora se iba, a qué hora se reunía, donde encontrarla en las frías mañanas de los Miércoles cuando no trabajaba, las materias que cursaba y los horarios en los que iba a almorzar al bar de la esquina con Directorio. Un café mediano, dos de azúcar y si es posible con crema, y alguna comida rápida de hacer con abundante verdura. No le gustaba esperar, la mataba la ansiedad y evitaba las expectativas. No gustaba de decepcionarse, se deprimía rápidamente, y con la misma facilidad se reponía sin contarle a nadie por lo que pasaba. Muchos amigos y poca familia, padre muerto y hermanos adultos y responsables cuyo único objetivo residía en preocuparse por sus ganancias mensuales.
Y es así que nadie me notó en cada ventana, en cada mesa, en cada sala de cine y en cada momento donde su bella sonrisa se manifestaba, viviendo plenamente como si siempre hubiese un mañana. Pero no hay mañanas suficientes en esta vida, y ella no podría hacer todo lo que quisiera con su tiempo, porque ya no era su vida la que manipulaba. Era mía, yo sentía por ella, yo estaba atento a sus desesperanzas y sueños, y sólo yo sabía cómo se desarrollaría su día a día. El destino de sus decisiones estaba echado hace mucho, sin tener ella oportunidad de dirigirlo.
Un día me desperté pensando que todo había dado una vertiginosa vuelta, y que ahora todo se daba de manera aleatoria, sin sentido. Y fue ese día en que me di cuenta en mi desesperación, que estaba viviendo en un cuerpo extraño, que había nacido y moriría por su existencia. Pero su cuerpo aun no era mío, lo estaba manejando alguien que no sabía qué hacer con él y que por ello seguía el camino aburrido y preestablecido de la rutina.
Siguiendo su rastro, descubrí que desconocía muchas cosas absurdas acerca de las mujeres, y que aun así, como si una fuerza externa en el universo nos obligara a mantener el contacto, el género femenino me enamoraba. Pero hablar en general es también absurdo y banal, porque quien me enamoraba era ella, y al ser parte de mi todo, me enamoré también de mí. Éramos radicalmente opuestos, y por ello podíamos conformar uno sólo, logrando constituir un ser único y asquerosamente perfecto que no aspiraba a la felicidad porque la contenía de principio a fin. En la unión, su amor por la rutina desaparecía porque no codiciaba las irracionales necesidades de un burdo humano, no hacía falta más que mantenernos juntos y despedirse de las preocupaciones.
Al menos así era en mi cabeza, ya que en su mente no había lugar para tal modelo, ni tampoco había lugar para mí. En su egoísta decisión de hacerme a un lado para quedarse con las imperfecciones que la vida le ofrecía, echó por tierra también mis imágenes y me redujo a una mitad putrefacta que lloraba por su otra parte, se arrastraba, gritaba, reclamaba lo suyo. No había forma en que yo pudiera aceptar tal cosa, aceptar ser una mitad por siempre sin otro sentido en la vida que el de recuperar lo que se había escapado de mis manos.
Entonces su día a día pasó a ser el mío, sentí sus dolores y sus lágrimas, sus decepciones... pero no sentí su felicidad. Su alegría era egoísta y se reservaba sólo para su portadora, era un estorbo, un muro frente a mis intenciones de vivir por ella. Era además falsa, no podía existir felicidad en su vida si no me tenía a mi como su complemento, si no conformábamos al ser superior que estoy seguro, solía existir en nuestra unión. Como falsedad, su felicidad no hacía más que fastidiarme, no podía sentirla porque no era real.
Creo que ella lo sabía todo, que su existencia no era más que un rejunte de opciones temporales para complementar la mitad que le faltaba, y que esa parte faltante le seguía los pasos como un perro abandonado buscando su cariño. Lo sabía y en su estupidez continuaba como si nada sucediera; ignoraba las señales, me ignoraba a mí, que vivía para demostrarle lo equivocada que había estado. La sombra de su infinita felicidad la acechaba, pero la desoía porque era una idiota sin rumbo que necesitaba que alguien la golpeara para caer en los hechos, los reales hechos. Y siendo yo su conciencia y su saber, su profesor y su única salvación, debí ser yo quien le hiciera ver lo que estaba perdiendo, lo banal que era, lo prostituta que era conformándose con cualquier cosa... el error en el que se había transformado sin mí para dirigir su rumbo.
Sólo una advertencia. Tal vez pensó que era una broma, o que había equivocado al destinatario. Pero cuando uno se ciega y deja de prestarle atención a las huellas que le marca el universo mismo, también desoye los pasos detrás suyo. Cada última bocanada de aire frío fue mía, ella sufría y yo sufría, ella lloraba y yo lloraba. Su grito ahogado era el mío, sus penetrantes ojos negros reconociéndome en la oscuridad de la noche, eran su fraudulenta felicidad reconociendo en mi al portador de su única necesidad. El filo ensangrentado salía, y su espíritu entraba en mí, completándome, haciendo realidad lo que siempre debió ser, conformando al ser perfecto que alguna vez fuimos los dos.

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Esta mañana recibí un mensaje extraño que advertía acerca de lo inevitable. No sé explicar de dónde vino, y sin embargo me hizo recordar el vértigo que siento hace tiempo. Mi cuerpo espera pacientemente a que pase algo que me cambie la vida por completo, pero mi mente sigue sumergida en los asuntos de la cotidianeidad, como si todo fuese normal. Constantemente me fuerzo a entrar en actividad para olvidarme de las cosas que dejé atrás una vez que decidí irme. Siento al pasado detrás de mí y en cada café que tomo, en el nuevo trabajo y en mi cama al intentar dormir. Hace unos días me pareció ver a un tipo que conocí y con el que salí unos meses, en una de las mesas del bar donde suelo almorzar. Un tipo que no tiene razones para andar dando vueltas por aquí, que no podría estar aquí, pero que mi mente recreó en un estúpido intento por hacerme retroceder a una vida que quiero esconder. Barrer el pasado, dice mi psicólogo. Más de una vez le he preguntado cómo es que puedo barrer mi pasado sin tenerlo presente, sin que me sacuda. Nunca supo contestarme otra cosa que la repetición de lo anterior... el "vos podes" lo tiene pegado a la lengua, ¿Y qué es lo que puedo?
Escribir en cada pedazo de papel que encuentro, en cada momento que tengo libre para pensar, es mi única salvación. La comida no sabe igual, la brisa del otoño aproximándose no se siente del mismo modo aquí que allá. Otra boca come por mí, yo estoy ausente en cada paso de mi existencia. Este pedazo de papel es todo lo que soy ahora. Tengo miedo y no sé de qué, tengo náuseas cuando salgo a trabajar y siento la humedad impregnándose en mi ropa, siento que espero y sin embargo no sé qué es lo que se me aproxima.
Ese mensaje terminó por descolocarme. No creo que haya sido intencional, o siquiera para mí, pero la sensación al leerlo se asemejó a lo que se siente cuando alguien está a punto de tocarte el hombro para llamar la atención. De algún modo ese mensaje no era para mí, pero sí lo era, la existencia me marcaba las huellas que yo no vi porque no quería ver. Un escalofrío fue suficiente, un pinchazo en mi espalda fue suficiente.
No puedo pedir ayuda... es decir, ¿Quién me va a prestar auxilio por una sensación? Ahí está de vuelta, otra vez lo veo ¿Por qué a él? Mis labios saben a dulce, el café, una vez más, no está haciendo el efecto esperado. Enloquezco cada vez más, el frio recubre mis párpados y los siento cansados. Es todo mi imaginación, es todo mi imaginación.

martes, 8 de octubre de 2019

Un salto de dos o tres escalones. Asi es como siento que empuja mi pecho hacia adelante cuando lo recuerdo, como si saltara en bajada sin descanso y con toda la fuerza que me queda. A veces es un sobresalto acompañado de una sonrisa, otras veces lo acompaña una lágrima, pero siempre intento que sea un recuerdo que se añore. De niña me enseñaron que las cosas buenas que nos han pasado, tienen que ser recordadas bien y con amor.
¿Pero que amor? ¿El suyo, inexistente y desconfiado, o el mio, que saltaba y brillaba para hacerse notar y entender? ¿Cual es el límite del amor en los recuerdos? No creo poder recordar mis lágrimas de decepción con amor, pues ese es precisamente el amor que duele, el que no queremos sentir mas. Entonces te enseñan a hacer un viaje fugaz al pasado y recordar lo hermoso, lo que valió la pena. Y eso pesa todavía mas. ¿Entonces está el amor siendo ultrajado por el dolor?
Eso me preguntaba cuando llegando a mi casa, me detuve en el umbral, inmersa en los pensamientos que como fantasmas de noche te asedian cuando no estas agobiado por el mundo y su rutina. La puerta recién pintada me invadió con su aroma, advirtiéndome que no la tocara demasiado. Pero que va, ya le había apoyado mi mano en el golpe seco que di cuando me di cuenta de que el dolor volvía.
Ya había pasado una semana desde que las lágrimas le ganaron a las sonrisas en este partido. Se turnaban otorgandome pequeños pedazos de recuerdos limpios que pudiera almacenar, para despues arrebatarlos y dar paso a las dolencias. Me había cansado de mi misma y decidi estudiar todo el tiempo que me sobrara, para no tener que pensar. Pero nada se va solo. Por ello es que en ese momento, con las llaves en mi mano aún, los recuerdos de las decepciones volvieron y me inundaron junto al ya insoportable aroma de la pintura fresca.
Detenerme en seco no había sido casualidad, me detuve para decirme que era una estúpida. Y lo era, pues despues de una semana de lucha no había aprendido nada. ¿Estudiar que? ya olvidé todo, no había nada mas importante que recordar lo mucho que me dolía no ser correspondida.
Era seguir luchando y recordando alternadamente, o nada. La nada misma no sonaba como una opción razonable, asi que la lucha seguiría. Cruzaría la puerta y entraría en otra distracción: una familia que te dice que te ama y que no se da cuenta de lo que te sucede. Y no se lo decis, porque de cualquier modo no lo entienden; pero si quisieran intentar entenderlo tampoco podrían y terminarían inundandote de frases motivadoras para que sigas adelante en esta miserable vida de rutina que sólo sirve para olvidarte de eso. Y no se lo comentás a tus amigos, porque sabes que van a decirte que te olvides de quien no te merece, pero como no conocen a la otra parte no se dan cuenta de que no es alguien que no merezca algo. Porque a él tampoco se lo decis, lo sé, no queres apartarlo ni estancar lo poco que queda entre ambos. Sabes que es una buena persona, que se merece todo, pero que no quiere todo. No te quiere a vos.
Y ahi estas, te quedas estancada en la puerta apretando tanto las llaves en tu mano, que no haces mas que sumarle pesar a la situación. La pintura ya estaba dentro mio revolucionando todo y agravando mi dolor de cabeza.
En esta historia sin culpables ni victimas, lo único que tiene que suceder es que empieces desde el principio. Que te tires en la cama, llores hasta que no quede nada adentro, y te preguntes si vale la pena seguir. Seguir viviendo o seguir llorando, cualquier pregunta es válida. Lloras y pensas que no podes culparlo, nunca se lo dijiste; y no podes culparte, es amor imprevisto. No podes culpar a nadie mas porque nadie sabe nada. El razonamiento inmediato es que debes culpar a la vida que salió tan miserable y aburrida; a la moral, a las buenas acciones que te hicieron una persona digna de ser "amigo" y objetivo de aprovechamiento; a la vergüenza y al miedo de fracasar. La vida te da cosas y luego te pega como te pegaría tu madre si te encontrara haciendo algo desleal. Un constante "te doy esto, ahora damelo, no lo disfrutes tanto".
La pintura había comenzado a irritarme, y yo no cesaba de mirar el picaporte y el suelo sin reaccionar. Una vez que el cerebro comienza a elaborar, no hay muchas posibilidades de detenerlo.
"Alguien tiene que pagar", pensé. No es casualidad que la vida sea injusta en tantos sentidos. El sistema económico nos hace pobres, el sistema político nos hace borregos, el sistema social nos hace máquinas, el sistema propio nos hace verdugos y jueces. ¿Quien va a pagar por todo eso? Por tantas vidas arruinadas y tanta gente con sobresaltos en el pecho en este momento. ¿Cuántas personas en ese momento estarían llorando o sintiendo furia, en el umbral de su casa o de la ajena? Alguien tiene que pagar alguna vez, pero como nadie quiere ser el que caiga, nadie quiere dar el primer paso.
Es fácil adivinar cual fue la siguiente cadena de pensamiento: "¿A quien hago pagar por todo esto, entonces?". Yo daba el primer paso, el de hacer justicia. Esta existencia no se hizo sola, ni la mia ni la de las otras almas en pena, sea cual sea su motivo de sufrimiento. La hicimos todos, pero siempre hay alguno con mas responsabilidad. ¿Quien va a hacerse responsable?
Di unos pasos hacia atrás, entendiendo que estaba dispuesta a todo. Si sólo hubiese sido una decepción amorosa, quizas hubiese pensado que mi reacción era excesiva, quedando inmersa en frases de autoayuda para superar un mal trago. Sin embargo era mucho mas, era la injusticia, el sobreeesfuerzo, el aburrimiento, la espera eterna de cosas que nunca llegarían, la desesperanza, y la acumulación de heridas que ya no tenían tiempo de cerrarse. ¿Cómo hacerle pagar al sistema que tanta gente tuviese hambre, o que para llegar sin hambre a mitad de mes tantos tuviesen que ir pseudo dormidos a la madrugada a esperar un transporte que posiblemente llegaría tarde, manejado por un conductor que estaba un tanto dormido y otro tanto agotado de vivir, cuyas probabilidades de hartarse y atropellar transeuntes desprevenidos y agotados de correr de un lado a otro, eran bastante altas?
No hay culpables directos, pero si hay personas que dañan porque estan cansadas, o porque la sociedad en su papel de juez, asumiendo la moral de este sucio sistema, lo condena a ser un parásito sin trabajo y sin una imagen que defender.
La pintura se habia impregnado en mi interior, endureciendose y envolviendo mis órganos en una capa de furia inconmensurable. El verde oscuro de la puerta me incitaba a pensar en las ventajas de una guerra, donde tanta gente sin objetivos en la vida mas que el de asesinar a un rival, perdía la vida pensando que lo hacía por la patria. ¿Pero que patria? la que se figuraban, que no era otra cosa que una capa de pintura, como la de la puerta, para ocultar intereses.
¿Quien es el gran maestro de la humanidad, que le enseña a otorgar cosas para después arrebatarlas? la religión. Salir de la iglesia cantandole a Cristo que lo amamos, y luego ser miserables egoístas de la puerta para afuera; esa es la gran ópera prima de nuestro tiempo. Entrar y pensar en todo lo bueno que podemos hacer por los que viven en la calle; salir y pensar que todo es meritocracia, y que de cualquier modo no podíamos hacer nada. La religión dirigía esta magnífica obra en la que todos eramos actores temporales, todos eramos una prueba, y el tiempo demostraría que tan mal representabamos el papel de buenos borregos.
Hipocresía, interés, desilusión, desencanto, todo era obra nuestra. Todo nacía del mal que siempre albergamos y nunca quisimos reconocer. Llegada a este punto quise renegociar con la vida. Tal vez si entrara y sólo me conformara con seguir adelante soportando, finalmente algo bueno cayera sobre mi. Pero no... ¿De que sirve que algo bueno me de esta vida, si aún sigue apuñalando a miles y millones de personas simultáneamente? No sirve de nada curar la enfermedad de uno en esta granja cuando ya todos estamos infectados, todos muriendo.
Eso mismo, todos mueren sin ocuparse, cerrando los ojos a una realidad que los defraudó pegandole un cachetazo a todas las ilusiones que alguna vez se hicieron. "Voy a estudiar y a ser profesional a los 25", "Voy a comprarme un auto", "Voy a irme a vivir a un lugar tranquilo"... son todas frágiles botellitas de vidrio, y la vida es el francotirador. Llorando recordé mis ideas y mis delirios de felicidad, y cómo se fueron reemplazando por un "al menos tengo salud", "al menos puedo comer una vez al mes esto", "al menos puedo dormir en una cama". Ya ni siquiera la cama me daba lo que necesitaba, llorar ya era cosa del cesped fresco en ese parque que tanto me gustaba. Un parque donde sólo los árboles me hablaban, donde nada me genera expectativas, donde no espero ni me hago bosquejos dementes de una vida entretenida.
Pero no, nada iba a cambiar por recordar lo que ya no estaba. Todavía a unos pasos del umbral, entendía que estaba perdiendo el tiempo. ¿Por que seguir avanzando hacia un remedio, un libro de auto-superación, una charla banal sobre obras públicas, un encuentro en el tren con chicos con hambre? ¿Y por que habían pintado la puerta de ese maldito color, que me penetraba y me ahuyentaba? El dolor del desamor se había convertido en un punzante dolor de oído que me hacía preguntarme para que existíamos todos, si no hacíamos mas que arrebatarnos cosas, disputar un hueso que no era nuestro. Y la estúpida ciencia que nos dice de donde venimos, pero no nos marca el camino contrario, sino que nos hace retroceder y admirar lo que alguna vez fuimos. Los mismos idiotas, pero mas miserables y crueles. Cortábamos cabezas y lanzábamos fruta podrida a los colgados, y ahora cortamos esperanzas y lanzamos despojos roídos a los que no llegaron a subir los últimos escalones. Hipócritas y afortunados, pues si la justicia existiera como algo por fuera de nosotros, si hubiese un dios justiciero al que cantarle en la cara que lo amamos, ya nos hubiésemos extinguido.
Ya en la calle, noté que no había mas nada que decir. Alguien tiene que pagar.
En este momento no me duele ni me pesa recordar lo que anoche sucedió frente a la puerta. El fuerte aroma de la pintura finalmente me penetró y se pegó a mis nervios, activando mis mecanismos dormidos, otorgandome derechos que no sabía que tenía. Desde aquí puedo ver la puerta, y frente a ella a los patrulleros. Puedo imaginar a mi madre en desesperación y a mis hermanos pensando que ojalá estuviese en lo de una amiga. No tengo amigas, lo siento, o al menos ninguna que comprenda este momento. La Yo de hoy, que espera a las 9 a los primeros incautos salir de la iglesia cantando, no tiene acompañante, no tiene conexiónes. Hoy ellos son mis frágiles botellitas.

domingo, 25 de agosto de 2019

Soñé que empujaba una puerta. 
La puerta estaba tan horrorosamente encajada, que no se movía un milimetro. 
El picaporte estaba ahí, brillante como recientemente pulido, pero yo no lo tocaba, le tenía miedo. 
Creo que pensaba que si tocaba el picaporte la puerta se inmovilizaría mas. 
Mi trabajo consistía únicamente en hacer infinita presión sobre la madera, que al parecer era mi enemiga, pues no cedía ni por lástima hacia mi. 
Me senti frustrada, me sentí presionada, senti que mi esfuerzo era ridículo y que alguien en algún punto del espacio podía verme empujar y reirse. 
Pero tal cual la puerta, yo tampoco cedí un milimetro. 
Quise dejarlo, lloré, dramaticé, me pregunté que hacía mal, pero no pude abandonarlo. 
Sabia que abrir esa puerta me llevaría a una satisfacción y una felicidad que hace mucho buscaba. 
Pero mis deseos y expectativas no lograban mas que entristecerme cuando no tenía éxito, pensando que nunca me desencajaría a mi misma, o a la puerta. 
Me moví en círculos, sentí que giraba y que ya no presionaba hacia allí sino también hacia aquí, una y otra, y otra vez. 
Soñé que mi tristeza me pedía amor propio, y que me pedía piedad, que me decía que lo deje ya. 
Soñé que no podía, que detenerme era detener mis esperanzas y mi propio sueño. 
Soñé que descubría algo, que entendía que el esfuerzo debía hacerse de los dos lados de la madera para mover su punto de traba. 
Soñé que el balance podía hacer ceder a este infeliz mundo que quería impedirme mover la puerta.
Pero soñé que estaba sola, empujando todo lo que pudiera, deseando que si no lo hacía alguien, que la puerta sola se moviera. 

jueves, 15 de agosto de 2019

Algunas personas son como un color. Un amarillo es aquel del que uno sabe que no va a conseguir encontrar mas que una superficialidad aburrida. Ese otro es verde claro, intenso y llamativo, agobiante grita su vida a cada paso que da. El anaranjado es el calmo que no quiere expresarse, el que observa de lejos y sabe cuando entrar en escena, sorprendiendo, pero nunca destacando demasiado. Y aquel otro se asoma a un rosado aburrido, alguien que gusta de llamar la atención pero no lo logra, porque es imitación, alguien que concluyó que el mejor modo de ser parte de algo, era imitando y asomandose levemente a varios colores a la vez. El negro, como era de esperarse, es el que no se quiere demasiado, asi que pasa la vida escondiendose. Y el celeste es aquel del que todo se piensa pero nada se sabe con seguridad, a veces porque no sabe expresarse, a veces porque no se deja ver.
Algunas personas son como canciones. Suaves y tendiendo a lo pasional; delicados y detallistas llegando al extremo poético; tan indeterminados que por momentos parecen poco y de repente son mucho; o fuertes y superadores queriendo apuñalar y perforar cada intento de simpleza.
Pero hay personas que no son sólo colores y no son sólo canciones. Que se manifiestan como un remolino que lanza cosas hacia todos lados demostrando todo lo que aún puede dar. Esas son mis personas favoritas, y a ellos es a quienes dedico mas tiempo de observación. Son la noche o el día, el anochecer o el amanecer, totalidades formadas o transiciones turbulentas. El día nunca fue mi momento preferido, nos mantiene alertas y nos recuerda cómo la vida todavía puede castigarnos. La noche es mas amena, mas cómoda, mejor preparada para refugiarse en uno mismo, y tambien mas dificil porque nos recuerda que el día volverá y que lo bueno no dura tanto.
Me gusta pensarme como transición, sentir el momento del anochecer en mi. Me gusta ver ese intercambio de guardia en los astros como si se estuviese destapando algo, como si surgiese la necesidad del momento, de expresarse enteramente.
Soy transición, y no totalidad. El día me espanta y la noche me abruma. Preciso de la turbulencia, de lo pequeño, de la desnudez absoluta de los espíritus en pocos y sublimes instantes, de lo espontáneo que desaparece rápidamente y se repite constantemente, sin dejarse descubrir demasiado. Necesito el tumulto momentáneo y el descanso inevitable, la sinceridad excesiva y la oscuridad y tranquilidad de la noche que, inagotable, siempre llega a decirme que ahi está, y que no lo he visto todo.

lunes, 10 de junio de 2019

Me desperté de un sobresalto y tomé algo para anotar. Las sombras siempre estan dispuestas a escuchar mi relato, asi que no dudé en escribir y esperar su respuesta. Las palabras y las sensaciones todavía temblaban dentro de mi, alejándose lenta y dolorosamente para abandonarme unos minutos mas tarde, dándome un tiempo prudencial para que decidiera que hacer con ellas. Pero no siempre puedo gozar de la generosidad de la luz que en mis noches se enciende. En general decide apagarse a mitad de camino, o se rie de mi al verme abrir los ojos, como diciéndome "Ey, te di un mensaje y ahora te lo quito". Esa constante lucha con la claridad de mi interior me desespera; por momentos pienso que no puedo entenderla, y por otros que no debería entender nada y dejar que todo caiga por su peso. Pero no me satisface la duda, así como tampoco lo hacen el "destino" o la "suerte", entonces pienso y pienso, escribo y escribo, para al final terminar a sus pies rendida.
Me desperté cantando también, una mezcla de lo que escuché en esa última fracción que todavía sentía, y de lo que me gusta cantar a diario pensando que hacer. Que hacer con ese eterno problema de hacer lo que quiero o de hacer lo que debo, de ser como ellos quieren o ser como ya soy. Entonces canté, con una vocecita suave que nadie podía escuchar. Porque cantar para mi es como hablar de lo que siento; si me escuchás es porque querés escucharme, porque te acercás lo suficiente comprendiendo que hablo despacito y con miedo.
Canté y escribí, terminé y me levanté, caminé y pensé. Pero la luz no era tan clara a mis ojos, a los sentidos de una mortal conciente y despierta, que en realidad duerme y no entiende.
Entonces pensé en el oscuro cielo y las galaxias tan claras, como lo extraño y lo prohibido, como una inmensidad acercándose y aplastándome, solicitándome atención y decisión, esperando una respuesta. Pensé en la pesada lluvia de lo antiguo, cayendo sobre mi y amenazándome, avisándome que no volviera sobre mis pasos, que era peligroso. Pensé en el sabor de la sangre en mi boca, que todavía perduraba, y en el instante en que me di cuenta de lo tarde que era. La lluvia cesaba, tímidamente y decepcionada de mi, de que no entendía, de que no la escuchaba retumbar y seguía mi camino. Pensé en mi esperanza y mi convencimiento de seguir hacia adelante, segura de que podía solucionar todo transformando a mis errores pasados en una solución temporal al presente.
Cuando llegué a ese punto retrocedí y pensé en mi persona, espantando a las moscas que amenazaban con pudrir todo mi interior expuesto al tiempo y al movimiento. Interpreté que eran mis sentimientos los expuestos, recordando esos momentos fugaces que tengo de escupir verdades y sentires sin mayores enredos. Comprendí que estaba dando mucho, entregándome sin rodeos al paso del tiempo y al destino, a los viejos métodos y a las soluciones espontáneas.
Y aún cantando retrocedí un poco mas, y me encontré arrancándome la piel por el dolor. Me encontré haciéndolo sin ayuda y desesperadamente, extirpando todo lo que me molestaba y lo que me hacía pensar y llorar, pensar y reír, pensar y ser feliz, y sufrir.
Y entonces mi claridad se abrió a mis sentidos y entendí que todavía cantaba, que todavía me reía recordando este o aquel comentario o anécdota, que mientras me interpretaba te interpretaba a vos. Que cuando cantaba, en realidad intentaba llegar a tu voz. Que cuando sonreía, en realidad todavía soñaba. Que cuando moría, en realidad caía en lo inevitable de sentir, lo que no quiero admitir.

martes, 23 de abril de 2019

Creo que no estaba escuchando. El seguía hablando y yo pensaba "si si, muy interesante". Pero no lo era, era aburrido y banal al lado de lo que mis ojos veían, o tal vez mis ojos tambien escuchaban. Porque si no lo escuchaba a él, ¿Que es lo que oía? No se puede oir "la nada", entonces oía un parloteo constante, y a su vez oía mi interior pensando en que tenía que estudiar. Pero no puedo estudiar con ella ahí, tan sola y tan abandonada en el suelo.
Una grulla de papel. Una grulla en el suelo del aula me parecía mas interesante que hablar del patrimonio cultural y de leyes. Y no es que lo fuera, probablemente esa grulla tirada en el suelo fuera menos relevante, pero si que era mas interesante. Su autor no estaba en ningún lado, sin duda era un hallazgo sorprendente. Sin embargo lo mas sorprendente no era ver esa grulla en el suelo, sino pensar en que nadie mas la veía. Yacía debajo de un banco dispuesto en círculo con el resto del grupo, ocupado por una chica muy bonita de pelo corto. Esa chica debe haber pensado que lo que el profesor decía no era muy divertido, pero que no había nada mas interesante alrededor. Cuan equivocada estaba.
Y alguien me dirá "Ey Lucy, en serio? una grulla en el suelo te parece interesante?". Entonces tendré que responder: "No es la grulla, es el todo". Es el cielo sobre un tumulto de robots que sólo piensan en llegar a la casa y mirar tal programa o comer tal comida. Es el viento en el rostro del que piensa cuanto dinero tiene hasta fin de mes, y si le alcanza para ir a tomar algo con sus amigos el sábado. Es una mirada amenazante de aquel hombre a su novia, un chico en la calle tirado y sin nada que comer, un perro vagando sin descanso por kilometros, un relámpago anunciando la lluvia inmediata, un cambio de clima repentino, una grulla tirada en el suelo mientras todos en el aula piensan "sólo tengo que llegar al 4 en el exámen".
¿Entonces soy yo desaprobando el exámen, o son ellos desaprobando en vivir? Ellos no involucrandose consigo mismos, no involucrandose con la brisa y con el color del cielo. Son ellos pensando en dormir y no haciendo justicia. Son ellos soñando con aquel auto, aquel departamento, aquella historia dolorosa de amor que no se pudo concretar. Soy yo mirandoles las expresiones de confusión en la cara, de no entender que hacen ahí, que hacen en este mundo corriendo de un lado a otro para llegar y tener dos minutos por día para sí mismos.
El profesor seguía parloteando, respondiéndoles preguntas a los robots que quieren llegar al 4 sin aprender nada realmente. "Esta materia de mierda" deben pensar. Debería haberme llevado esa grulla. Después de todo era la única compañera viva en ese aula.

martes, 9 de abril de 2019

Estaba pensando en tu mirada. No vi cuando cruzaba la calle porque sólo veia tus ojos, esos que nunca vi de cerca pero que siento encima de mi a cada pasito. Estaba pensando en tu voz, esa que sólo escuché de lejos y que no era para mi. No vi cuando cruzaba si era rojo o azul, porque para mi cruzaba el puente que nos separa. Con la imaginación, claro, ese puente es realmente dificil de cruzar. Olvidarme del sendero que dejo atrás y avanzar hacia vos, hacia tus ojos, hacia tus mágicas manos. No vi cuando cruzaba, porque mis piecitos, medio torcidos como siempre, se movían solos impulsados por la imagen, por las sensaciones de pensarte cerca, de imaginarme tus palabras. Yo me movía hacia vos, que estabas inmóvil esperandome, o simplemente esperando a alguien que no te lastime ni te decepcione, alguien que te quiera hoy y siempre, como sos y como fuiste.
No vi cuando cruzaba pero nada pasó. Alguien me gritó pero que me importaba, si del otro lado estabas vos, esperando a quien sabe que, tal vez a vos mismo. La calle era sólo un abismo entre tu imagen y la mia, uno que no me importaba saltar ni del que me importaba colgarme y llegar al otro lado sin fuerzas. Pensar que me esperabas era alentador, pero pensar que puedo cubrir un hueco en tu alma es tambien tentador.
Escuché por ahi que no todos puede cubrir pedacitos de tu alma, que sos exigente y que no dejas entrar a nadie sin cita previa. Escuché tus palabras, que te enamorás y sufris, que te colgás de otro abismo pero no te ayudan a escalar, que te dejan atrás y caes, una y otra vez. Pero ahi estabas. Crucé la calle sin esperar que me ayudaras a escalar, di un salto hacia tu alma esperando encajar en ese pequeño gran hueco que tanta vida te dejó.
Crucé la calle y no me extendiste la mano, pero me viste saltar. Y casi que vi una sonrisa dibujandose y diciendome "no te esperaba pero acá estas". ¿O eso quería ver? Crucé la calle sin saber que es lo que cruzaba, sin construir un puente real, lanzandome a vos, esperando cubrir lo que te faltaba. Salté esperando ver tus ojos brillar, oir tu voz una vez mas, verte sonreir pero no por encontrarme a mi, sino por encontrarte saliendo de ese abismo, a vos mismo.

miércoles, 20 de febrero de 2019

Nunca me gustó caminar por los bosques y colinas. La inseguridad de no saber hacia donde voy, de perder el rumbo y enloquecer, de ilusionarme con una luz y descubrir que era un frágil reflejo del sol; no era satisfactorio ni siquiera pensarlo. Pero un día la vi y todo dió un vuelco, me movió la estructura por completo. La vi, y no la vi, ustedes me entienden... ¿Cómo puedo ver o sentir la perfección si no soy yo misma perfección? El eterno planteo de Dios y su creación. Y es que ella no era perfecta, pero sus incontables imperfecciones, la hacían ideal a mis ojos. No quiero caer en la insoportable redundancia de intentar describirla como lo que se ve a simple vista. Tampoco quiero ceder a las presiones metafóricas de la poesía y el sinsentido de abundantes palabras que no llevan a ningún lado. Es la contemplación la madre y la abuela de la poesía barata, eso lo sé... pero claro, no es la contemplación siempre posible.
La llamaré "Dama de los aros azules", porque ha sido lo primero que vi cuando intenté verla. Intentar no es lograr, por supuesto. Y es que es tan vano el intento de ver lo resplandeciente como lo es el intento de ver la oscuridad. Primero uno intenta enfocar sin éxito alguno, y luego se rinde al sentir, al oído y al espíritu.
Ella lo era todo en ese bosque, era el sol escondiéndose y la luna aclamando por tomar el lugar que siempre le correspondió. Era el naranja allí, el verde allá, la muerte a la izquierda y el ruido de las hojas en el suelo. Era la tristeza y la desesperación de no saber salir y de no saber hacia donde caminar... ella era todo lo que siento estando en soledad, y sin embargo allí estaba, como si se hubiese separado de mi, de mi cuerpo inerte y sin vida. Uno esperaría que yo diga que habiendome separado de mi miedo, quedaba en mi la valentía de seguir adelante... pero no. Para sentir el impulso uno necesita primero atravesar esa desesperación, atacarla en un momento de furia e increparla con decisión. Pero, ¿puedo acaso arremeter contra ella, toda oscura, toda luz, toda miedo? Acurrucada de perfil a mi, a mitad del claro ya agonizante estaba, y parecía estar esperando que un animal pequeño se acercara para extender su mano hacia él. No estaba vestida de blanco como cualquier espíritu del bosque, no tenía un cuerpo atractivo, no era mas que una brisa revoleando su pelo y sus aros azules celestes dejándose ver.
Una alicaída mirada apenas se veía, una mirada dolorosa y perdida en sí misma. Pude leer, en esa fracción de segundo en que su cabello se separó de su rostro con el viento en contra, pude leer lo que soy y lo que fui, lo que ella era y por que estaba ahi... siendo mi espejo y mi pesadez. Pude leer que estaba perdida, que necesitaba algo, seguridad. Lloré mirandola y pensando en su frustración, pensando en lo mal que lo pasaba, en su inseguridad de no saber hacia donde caminar... para todos lados el mismo árbol, para todos lados los mismos tropiezos y marcas de personas que alguna vez se perdieron y murieron allí. Entendí en su mirada sus fracasos y sus ilusiones perdidas, vi sus instantes de angustia, sus enamoramientos consumidos en la nada. Lloré su confusión encontrando en ella la mía, lagrimeé mas cuando vi que estaba herida en todos los sentidos posibles de la palabra. Grité al ver en sus ojos las veces que había pensado en dejar la vida tal como la vivía, en dejar de esperar algo de los demás, en dejar de esperar algo de sí misma. Sollozamos juntos, aunque ella no se inmutaba yo lo sentía, sentía que no estaba ahi pero que estaba perdida por siempre.
Hay momentos simples en la vida, en donde todo se hace menos brillante y empieza a enfocarse. Son instantes cortos, que uno debe cazar como caza bichos de pequeño para hacer experimentos. Crueles pero inagotables, llegan cuando quieren y se van cuando uno los toma, como esos sueños hermosos de los que uno despierta llorando, para terminar dándose cuenta de que ya no sabe por que llora. Y este momento sucedió allí, con ella acurrucada y yo sollozando sin consuelo, percatandome de que ella no estaba perdida, sino que había perdido algo, y que ese algo no volvería porque allí estaba, perdido como ella y sollozando por encontrarla y no tenerla.
Hoy soñé que me derrumbaba y que intentaba volar para no morir, sin éxito. Y toda la estructura de mi vida se derrumbaba conmigo, como ahora me derrumbé yo, aún en el umbral entre sueños y realidades, encontrandome a mi misma acurrucada en el bosque.

viernes, 25 de enero de 2019

Esto está mal, esto está bien.
Eso no va ahí.
No te arriesgás.
Si no haces esto no te divertís.
No podes entender, no mas que yo, no mas que aquel.
Así no es. Así no va.
Así nadie te va a mirar.
Si no venís no me querés. Si no me querés no podes venir.
Eso tiene mucho azúcar para vos.
Hacete un chequeo.
Visitá a tus parientes.
Maquillate un poquito mas.
Estas durmiendo poco. Estas durmiendo mucho.
Si te gusta eso no esperes tener sexo.
Si te gusta ese no esperes ser feliz.
¿Vas a estudiar eso mucho tiempo? Estudiá lo que te dé dinero.
A vos te gustan las computadoras nena.
Las computadoras te dejan buena plata.
No te quedes siempre en tu casa.
No salgas a todos lados. No salgas a esta hora.
Tenés que vivir un poco más.
Tenés que cuidarte un poco más.
Tenés que cuidarme un poco más.
Mirá si me muero mañana.
No me respondas así.
No me veas así.
No entiendo como tenes amigos.  

No le des de comer eso al gato.
Ya no me invitas a tomar mate.
Estas tomando demasiado mate.
Comes un poco mas de lo que necesita tu cuerpo.
Como pensás que te van a ver en la calle.
Te gritan cosas porque no te cuidás.
Cuidate la figura, hacé ejercicio.
Viste que en la televisión dijeron que comer tierra adelgaza.
No cocines cosas fritas.
Sé humilde.
Poné los platos nuevos en la mesa.
Vestite mejor que es Navidad.
A ver si te buscas un trabajo para el próximo año.
Aunque sea hacete pan dulces para vender.
No permitas que José levante los platos.
¿No ves que están hablando de fútbol?
Ofreceles un cafecito.
Mirame cuando te hablo.
Siempre haciendo miraditas de desprecio vos.
No me gusta tu sarcasmo.
A mi respetame.
A mi hablame.
Los atiendo tanto que no tengo vida.
Te tengo que andar diciendo todo.
Podrías saber que regalarme de una vez.
Como puede ser Lucy.
Como puede ser.
No tenes vergüenza.
Me ofendo porque no reaccionás.
No vivís en la realidad.
En la televisión escuché que los chicos de ahora están cegados por el internet ese.
Llamá a la abuela por su cumpleaños.
Si no jugás sos aburrida.
Estan los nenes de Carlos.
Vos que sos mayor jugá con ellos.
Tomasito te quiere.
Dá el ejemplo.
Sentate en la mesa, desubicada.
Para dormir tenes los 365 días del año.
Como si no durmieras suficiente ya.
Dejá de mirar la pantallita.
Dejá de escribir.
Como puede ser.
Siento que no vivo mi vida.
Todo por esta gente que no me considera.
No me dejan hacer lo que quiero.
Andá a lavar los platos.
Que mañana tenes que levantarte temprano.
A comprarle las facturas a tu padrino.
Sabés que le gustan los domingos.
El diario Lucy, el diario.
Necesitás un golpe de realidad.
Despabilate.
Despertate.
Viví de una vez.