"¡Señores! no se dejen ahuyentar. La tentación está rondando entre nosotros como un puma salvaje al acecho, busca carne pura y fresca. Cae bajo el mandato de esta niebla en nuestros corazones. Y ustedes se preguntaran muy audazmente, ¿Como es que podemos liberarnos de esta tentación? ¿Podemos acaso enfrentarla como simples seres humanos?. Sólo nuestra fé nos da la fuerza necesaria en un escenario como este, que se nos presenta diariamente ante nuestros ojos asustados e inquietos. Es la obra de teatro del mal que intenta llamar nuestra atención. Es porque el mal existe, que derivan de él, el hambre, la extrema pobreza con la que nos cruzamos cada día.
Pero el señor nos guía, creanme, soy un expectador directo de tan asombrosa hazaña. Miren a nuestros funcionarios del gobierno. Uno los ve, duda de ellos. Pero sin embargo ellos quieren nuestro bien, quieren darnos todo lo que puedan otorgar como simples seres vivos, y es de la mano de Dios que tienen la oportunidad. El los acompaña y les da todo su amor, para que consigan sus objetivos. Su infinita bondad es aquella que trae las riquezas en las que bañan sus sucios y corruptos cuerpos, en la que comen, mientras en las puertas de sus gigantescas casas hay gente durmiendo en la intemperie, con frio, con hambre y desesperanza. Mientras en las puertas de sus lugares de trabajo, estamos nosotros. Simples ratas miserables que no obedecen al señor, y que estan condenadas a vagar en puertas ajenas protestando, porque somos inconformes con lo que nuestro Dios nos da. Malditas almas inconformes. Poco humildes pestilencias"
La silla rechinaba y avanzaba muy lentamente, al ritmo de las miradas confundidas que, con una preocupación desmedidamente exagerada, apuntaban a la ventana del vagón. Algunos de reojo seguian la escena y al pequeño individuo, como quien lee y escucha una conversación disimuladamente. Pero sin duda la mas graciosa era la señora a mi lado, que cerraba los ojos cada vez que el tren se acercaba a una estación, para sentirse dormida por si acaso. Sólo por si las dudas. Mi fascinación en ese momento no poseía límites. Escuchaba dicho discurso cual fiel religioso, haciendo un intento por sostener la bolsa que amenazaba con escaparse de mis manos. No esperaba ni por casualidad, la vuelta que de repente dio el asunto que me embelesaba.
"Claro, - continuó- el señor. Un camino de piedras definitivamente. Un sendero hecho por todos, y para todos, pero plagado de esa bondad de la cual alardeamos día a día. El señor nos pone pruebas, nos ama como somos pero quiere que lo amemos como no es. El señor nos protege del mismo mundo que él creo en 7 días, es decir que el hizo ese mundo de sufrimiento y dolor, quizás para tener un motivo para tenernos arrodillados. La fé, la fé en su presencia y en su amor es aquella que nos aleja de este sucio mundo que nos regaló. El es todo y sin embargo no es pecado. El mundo está sucio porque el hombre tiene voluntad, y está corrupto. El es todo pero no es creador de esa corrupción. El señor nos protege de si mismo, nos ama pero quiere que seamos buenos (y por ende ama también a lo malvado, y ama a lo que no somos), ignorantes de las consecuencias del pecado de pensar y de la voluntad, impíos en cuerpo y alma del gran demonio de la inteligencia. Idiotas. Idiotas aqui y alla - miradas, miradas de fuego - . Idiotas porque creen en el paraíso y desperdician la vida intentando llegar a el. Idiotas porque pueden creer en sustancias invisibles y no en su propia capacidad. Su pequeño masa cerebral solo les permite creer en lo imaginado, y no en lo real. ¡Ahi señora! a su lado, un pibe que le da una tarjeta. Si si, a usted le hablo, vieja gorda y verde. La juzgo como usted hace con él. La tarjeta, mirela. No vale ni 1 peso, pero usted no tiene un peso, y por eso viaja con un bolso que le habrá costado mas de 200 de esas moneditas que puede darle a él. Deja que la tarjeta caiga en su bolso, o en su pierna, como si fuese una hoja de árbol caida por un error matemático o naturalmente por el viento. ¡Que desgracia que no se desintegre demostrando la pestilencia que usted escupe por los ojos!"
La silla se había acercado de tal modo a la señora sentada a mi lado, y la mano del viejo se estiraba tan defectuosamente, apuntando de manera acusadora a la nariz de ella, que ella no tardó en levantarse haciendo de cuenta que debía bajarse en la próxima estación.
"¡Dios, su Dios permite que yo esté sentado en esta silla de mierda, apenas pudiendo hablar! Asi es. Me cansé de subirme a este tren de lacras, que no te dan una moneda ni siquiera a cambio de un poema, de arte. Pero claro, que van a saber de arte. La mayoría está haciendo de cuenta que duerme para no tener que aceptar la mierda que le recubre el cerebro. Si, cierren los ojos, hagan de cuenta que no estoy acá. Pero estoy, ratas miserables... estoy siempre y de esto no se van a olvidar. La vida es dura y yo la enfrento todos los días al tener que cruzarme con ustedes, que me empujan e ignoran. ¡Véanme!, ¡tengo un ojo que no ve nada, y no puedo mover mas que este brazo!. Lo mas ofensivo, y lo peor es el desinterés y la ignorancia que ustedes me demuestran. No, no quiero sus sucias moneditas nada mas... quiero algo de atención. Pueden pasar 2 minutos mandando un mensaje de texto para votar a algún idiota que sale por televisión, y no pueden dedicarme 1 solo minuto a mi. Veremos si opinan lo mismo después de este día. Yo si que enfrento a esta obra de teatro que siempre me hace ser el malo de la historia. Y ahora, me voy a meter bien adentro de donde ya saben, su fé, su mirada de perrito desnutrido, su mendiga indiferencia, su amor por Dios y por el dinero del señor. Veremos si tienen la necesidad de seguir enfocando su atención en pelotudeces para olvidarse de todo lo demás. ¡Veremos, mierdas, si alguno tiene una misera moneda para este pibe que se fué, o para algún otro que vaya a pasar después!. ¡La obra, la buena acción de este día, no va a ser en la iglesia... la misa es acá, y ahora!."
Nada mas se oyó. Su garganta fué un torrente de sangre que inundaba y generaba silencio en torno mio. Señoras, sucias ratas de laboratorio gritando, como si le hubiesen quitado el último respiro de vida que tenían. Yo no las oía. Supe que no se iban a olvidar... como la muerte no olvida pasar todos los días a golpear la puerta.
Creo entender hacia donde apunta el texto. Sin embargo me parece un poco caótico y confuso.
ResponderEliminarTambién podría decir que el observador protagonista y relator también es cómplice, por que prefirió quedarce y observar en lugar de intervenir...