domingo, 3 de agosto de 2014

¿Cómo saberlo?. El reto consistía en salir del interminable remolino de la vida cotidiana que te demora, y cruzar la obscura noche. La oficina solía demorarme mas de lo que quisiera aceptar, pero no era noticia que el riesgo real lo corría adentro, donde me enfrentaba día a día con la mirada de Victorino. Viejo de mierda, impotente, no dudaba en encajarme alguna tarea adicional cuando notaba que de manera cautelosa me levantaba de la silla giratoria medio rota. Pretendía mantenerme en un estado de somnolencia,  un estado que me mantuviera despierta haciendo cuentas toda la noche, para no perder el ritmo de mis tareas. Cuantas veces se habrá aprovechado, al no pedirme una tarea, para el sábado escribirme reprochándome la irresponsabilidad de no ejecutarla, obligándome así a que lo hiciera en mi tiempo libre. Todo por una referencia, una, que pudiera cambiar mis días. Creo que se que el viejo no me va a recomendar jamás en otro lugar si es que no le hago el gran favor de poner un poco de sexo en su vida, aunque solo sea asi como todas las mañanas, un simple mirar. Un asco nauseabundo me posesiona de repente, de tan solo imaginarme sus ojos de lagartija encima de mis medias color café. Quien sabe cuanto mas debo de pasar en ese lugar, y cuantos reproches sin sentido debo de seguir soportando hasta que decidiera bajar del pedestal y madurar.
Hace no mucho me di cuenta, de que si la vida había golpeado tan duro a mi carrera y a mi supervivencia, yo misma había golpeado mucho mas fuerte con mis actitudes y accionares. El haber aceptado una labor de esclava junto al rey de los pervertidos, por unas miseras monedas que apenas me alcanzaban para tratar la enfermedad de mi hermano y alimentarnos, había sido definitivamente la decisión que me había sacudido mas violentamente en esta corta historia.
Lo cierto es que no era nada extraño verme en esas malas circunstancias, había aprendido ya a aceptar lo que el azar arrojaba, y a re-utilizarlo siempre que fuese necesario. Mi vida siempre había sido un juego en el que yo hace tiempo que no participaba. Vivía escondida, y nadie parecía encontrarme o hacer el esfuerzo por buscarme. Hace mucho ya que han descartado a la pequeña que corría contando hasta diez, pensando que el juego se volvería mas divertido mientras mas durase. La pequeña que solía ser feliz en el obscuro agujero de la incertidumbre, que disfrutaba la ignorancia de todos los días y el descubrimiento cuando se corría la cortina.
Pero ya no busco nada, no tengo espacio donde correr, no tengo a quien perseguir porque todos se han encontrado ya y se han olvidado de mi, de que yo también quería jugar, de que aun estaba oculta. Se van, entre risas, lejos. Y mis pies se ven, mi escondite es evidente y a nadie le preocupa encontrarme. El juego acabó hace tiempo ya y he tenido que seguir escondida detrás de la cortina, esperando.
Javier era el único que parecía sentir mi presencia en esta etapa de nuestras vidas. El había resguardado mi pequeño mundo en esos tiempos hipócritas que se aprovechaban de uno y de su hastío. Era el salvador y la fidelidad, era mi Javier de toda la vida. Y sabia que necesitaba algo de mi, lo veía en sus ojos todas esas veces en que lograba tener el tiempo suficiente para hacerle una pequeña visita, en la cual se interponía solo el vidrio del bar y sus pasos pesados y perdidos en la rutina. Jamas quiso demostrármelo, comentarme que no estaba bien, que su vida era mas vacía de lo que había esperado o soñado aquellas tardes de otoño hace 10 años, cuando nos gustaba salir a pisar las hojas caídas y escuchar su crujido mientras charlábamos de los altos escalones que podríamos alcanzar.
Quizás es por todo esto, por mi eterno quejarme de todo, que pensé que debía pagarle de alguna manera todo lo que hacia por mi y no sabia, al escucharme y soportarme. Y así es como ese día, entre las pólizas de seguros y las ordenes de pago, tuve la idea de darle algo que simbolizara todo lo que mi amor no podía decir. Estupidamente cursi, pero cierto, yo era una enferma enamorada, intentando curar esa lejanía que nos separaba cada día mas, haciéndonos retroceder asustados y tensos.
Esa noche, la oficina se había vuelto extremadamente pesada. Era una gran mole que soportaba con dosis altas de café y unos cuantos deseos alegres, solo opacados por las intermitentes sacudidas de mi cuerpo al pasar frente al que lamentablemente solía llamar jefe. Sabia que no podía esquivarlo, pero creí que si me movía rápidamente, le daría una menor satisfacción. Como siempre Victorino, esperaba que yo recogiese mis papeles a las 6 en punto, para apresurarme en la entrega de un informe que debía entregarse 20 días después. Como siempre y ese día mas que nunca, a fin de ahorrar tiempo y evitar conflictos que me retrasaran mas, me trague mis pensamientos vomitivos hacia su persona y me senté nuevamente a terminar el informe y su correspondiente presupuesto. No fue hasta 1 hora y media después, cuando el se dirigió al baño, que me levante rápidamente con el papelerío y ordenadamente deje todo en su escritorio, corriendo a la puerta de la liberación. Para mi desgracia, no llegue a tiempo. El se asomaba ya por la puerta del pasillo, cuando me vio ir apresuradamente a mi escape y me gritó, haciéndome retroceder.
- Señorita, por favor antes de irse, pase por mi oficina.
Con la mejor sonrisa que pude haber inventado en un momento como ese, me dirigí hacia el y le dije “ya le deje todo en su escritorio, en cuanto lo revise lo podemos discutir”. Acto seguido me dispuse a ponerme el abrigo, en señal de que estaba apresurada, apelando a su piedad.
- Si si, pero necesito que veamos un punto ahora. Soy conciente de la hora, pero es que esto no puede aguardar.
Volviendo de la cocina, su despreciable ayudante nos observaba con una sonrisa de satisfacción. Solo quedábamos nosotros 3 en la oficina, y eso era lo que me inquietaba. Haciendo cuentas de los minutos que tardaría al salir, en cruzar dos calles y comprar lo que necesitaba, y mentalizando la hermosa sonrisa de Javier, me senté en el sillón verde opaco de la oficina de Victorino. Dicho sillón quedaba de frente al gran ventanal que me separaba de la calle ya obscura, enfrente del cual se posicionaba el único obstáculo, un viejo cincuentón. Inmediatamente después de mi, entro aquella rata, para asistir en la reunión.

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-Somos concientes, señorita, de que usted ha perdido una oportunidad importante al momento de ingresar a este empleo. Esto espero que usted sepa, ha sido una circunstancia del destino, que ha decidido hábilmente otorgarle al muchacho que ahora nos acompaña, la gracia del éxito y la oportunidad de manejar un gran poder a mi lado. No ha sido casualidad, claro esta, ya que el se ha esforzado mucho en sus estudios y se ha enfocado en la meta mas inteligente de todas, la de jamás volver a levantar la cabeza para no sentirse menos. Siempre con la mirada abajo, siempre en lo mas alto de la escalera, en la cima, pisando las oportunidades ajenas para conseguir las suyas. – Victorino no paraba de estirar los brazos intentando torpemente graficar sus ridículas explicaciones, mirando a Anahi como si ella fuese un reptil, como si ella no pudiese despegarse de la posición terrestre que le toco en este mundo.
La habitación había quedado en silencio, Anahi no sabia de que le estaban hablando exactamente, y no podía mas que imaginar que este discurso iba dirigido tan solo a retenerla, obra de algún maléfico plan de secuestro laboral y esclavista. Se figuraba ya los grilletes, las excusas, las ventanas por las que cabía su largo cuerpo para escapar, a su hermano llorando sin comprender su desaparición. De un momento a otro su mente dejo de vagar estúpidamente, y presto especial atención al mínimo movimiento que hizo el engendro que detrás, sonreía con satisfacción. Su mano se había elevado rápidamente expresando su deseo por hacer algún comentario sin sentido, pero Victorino decidió no darle la oportunidad,  y rápidamente descarto la interrupción rebajándolo nuevamente a donde el debía de estar, muy por debajo de su silla y sus medias.
- No no, no tengo tiempo para interrupciones. Quiero que mis ideas se entiendan perfectamente y de una sola vez. Esta incomparable oportunidad se entrega una sola vez, y es responsabilidad de ambos el cubrir el trabajo y el cumplir mis expectativas. Quiero empleados, quiero que se ocupen día y noche de lo que yo no puedo ocuparme evidentemente porque no tengo el tiempo apropiado. Mi tarea es cobrar, y tan solo eso, porque mi titulo es mas antiguo que el suyo y el que me permite poner la firma en los papelitos que ustedes deberían de preparar adecuadamente. Para ello requiero que sus habilidades sean mucho mayores. Y tengo el leve presentimiento de que se porque esto no esta sucediendo – El viejo se acomodo de la posición despreocupada que había adoptado, símbolo de que la charla se volvería innecesariamente seria – Usted, por un lado, la chiquita inocente, con espíritu rebelde, de esas que se encuentran a montones en la calle esperando que la revolución estalle para ir a quemar neumáticos a algunas avenidas y demostrar que apoyan un comunismo o una posición insostenible para este negocio, este sistema que nos da todo. Y por otro lado tenemos al señor que esta detrás suyo, y que cree que puede levantar el pie tan alto como sea posible y sin ningún tipo de esfuerzo, y ya tener comiendo de la mano a todo el edificio – La sonrisa del individuo se difuminó – No voy a permitir comportamientos que puedan proporcionarme un peso mayor, porque para eso les pago, y lo hago como mejor puedo. Necesitare que trabajen juntos, que encuentren el método apropiado, que hagan las cosas de una única y eficiente manera, y sigan produciendo, porque de eso comen y como yo – El dedo de Victorino se extendía amenazadoramente, y como si ello fuera a demostrar algo, decidió tomar el informe de Anahi y hacerlo pedazos. Acto seguido, dijo señalando los trozos de hojas – Ahora necesito que esto este listo para mañana a las 3 de la tarde, y bien. Pueden irse, no deberían estar en la oficina, no quiero hacerme responsable de las horas extras que se generen de su holgazanería.
Lejos de pretender reprochar la estupidez que había presenciado, Anahi decidió levantarse rápidamente y aun con las compras pendientes y las cuentas de tiempo en su mente, corrió a buscar su abrigo sin darse tiempo a detenerse a emprolijarse, pero notando de reojo que el bicho de laboratorio de Victorino también salía, lejos de los pronósticos aparentes que indicaban que se solía quedar a dormir allí.
Ella, ¿inocente y traicionera a la vez? No, ella también era su hámster, su piedra en el charco y también su paraguas. Ella hacia todo por que su trabajo sea aceptado minimamente, solo quería escapar. Y su ahora trabajo de la tarde hecho pedazos no le afectaba en lo mas mínimo, porque sus prioridades inmediatas tapaban el dolor. Eso es lo que solía suceder, que decidiera inconciente o concientemente oscurecer una parte de su vida con otra que siempre estaba iluminada, su perdido amor por su amigo. Su excusa y su salvación, la cicatriz y la sangre de los hechos de la vida inmediata.
Ya no quedaba nada, el mercado apenas estaba abierto y era demasiado pretender que estuviese lleno de las cosas que podía llegar a necesitar. El mal y denigrante humor de los cajeros derivaba en un derrotismo que parecía pegarle patadas al alivio que había experimentado al encontrar abierto el lugar. Pero otra vez, un remolino hacia que todo fuese un motivo mas para sentirse libre y enérgica en vista a la oportunidad que se le presentaba de hacer feliz a Javier. Y entonces fue la incongruente relación de amor que enlazan la desesperación y la felicidad, la que genero la situación ideal que haría que su vida fuese el huracán que feroz arrasaba con lo poco de humanidad que encontraba.
El leve toque que a una de las bolsas algo le dio, no se sintió de lleno si no hasta que fue arrastrada al espacio entre los ladrillos que la obra en construcción amontonaba, y las ramas recientemente cortadas de un paraíso. Una sensación similar a la de caer la agobio, como si hubiese tropezado torpemente, y no fue si no hasta que sintió una mano en la suya y vio la barra de chocolate caer, que decidió también empezar a ver que era lo que realmente estaba sucediendo. Totalmente a la deriva, como una pelota rebotando y por momentos en suspensión, un primer movimiento fue poco acertado e inmediatamente castigado: Girando 45º decidió intentar convencerse de la ausencia total de cualquier tipo de entidad viva, y tirando de la bolsa que había sido tomada casi por completo, se dispuso a reacomodarse y caminar. Su errado movimiento fue completamente paralizado y una mano pesadamente torpe mantuvo la fuerza necesaria que hizo que Anahi débilmente, se entregara al azar de la vida que la golpeaba. Una mano fuerte, que la desafiaba a escapar, a hacer la vida que merecía, una mano que era la perfecta alegoría de la felicidad que afuera la esperaba. Una mano que tenia una compañera, totalmente libre, que decidió aprisionar el resto de su cuerpo, cuando entendió que ella había decidido rendirse. No atinando a reaccionar para salvar su espíritu, no entendiendo las consecuencias de lo que era un espontaneo ataque, su mente fue bloqueada en unos segundos para empezar a planear inmediatamente como seria el resto de sus días si de allí salia algo de ella. Su cuerpo, vil transmisor de sensaciones, no permitió allí ningún movimiento competente, y paralizo en un terror demencial a su imaginación, permitiéndole así que sintiera la profundidad mas sutil de aquel momento, que no duro mucho y pareció interminable.
Su piel y la de su furioso atacante se erizaron debajo de sus respectivas ropas y comenzaron a sentir las convulsiones del violento contacto que estaban experimentando, como si fuese acaso la primera vez de ambos. La intensidad dio la pauta de que quizás fuese la ultima. Ella sintió que se tocaba a si misma, sintió que sus frías manos recorrían todo rincón que ya muchas veces hubiese explorado en situaciones completamente distintas y a la vista de esta, absurdas.
Las dudas y la incertidumbre comenzaban a aflorar entre los vacíos mentales y los dolores estomacales que en algún minuto incierto derivarían en vomitivas imágenes de la vida, de la realidad. Estaba sometida, era victima de su propio dolor y lo seria de su propio encierro psicológico. Un sujeto A, fácilmente se apoderaba de ella y de sus circunstancias, de su eternidad, un A que podía ser B, un victimario que podría haber sido origen de una victima, que podría no haber sido Sujeto, si no mas bien Objeto. ¿Cómo juzgar, como saber, como entrar en la mente de el?, ¿Cómo si el introducía todo su pesado cuerpo en sus finas curvas y le quitaba la poca decencia que le quedaba a sus largas piernas, ya violadas inmemoriables veces con la mirada? No había causa, no había efecto. No había identidad en esta gran pelota de posibilidades y de recursos agotados. No había victimario, no había culpa, no había victima, no había situación, no había momento, no existía esto ni aquello. Todo una ilusión o una realización ancestral, una alineación o la maestra de las causalidades. ¿De donde salia la conclusión de que había individuo atacado, o que ella debía seguir viviendo después de aquello?. Es resignarse a morir, o resignarse a comprender a su victimario y aprender de el, valiente como pocos, que ataca a la humanidad y a toda su mierda de moral indecente. Dominada por completo y con los sentidos en revoluciones infinitas, en un primer momento se resigno a morir allí, pensando en que lo mejor seria que su cuerpo quedase allí tirado y como siempre la gente apresuradamente y torpemente le pisara la cabeza y las ilusiones. Entonces cayo hacia su segunda bolsa, todavía en la mano, única conexión con la realidad y con aquello que le esperaba en su vida. Los brazos de el se aflojaron al sentir el peso del cuerpo, y por un momento ella pensó que la miraba con pena, que la condenaba a ser un mártir, que le dejaría una moneda al irse, pagando su paso y el haber arrasado con todo lo que ella había sido. Y entonces el contraataco, para terminar de hundir todo lo que quedaba de persona en un foso.
Mas lejos aun de sentirse atacada, Anahi sintió que la había comprendido, creyó que era su amigo, el único que se preocupaba de su caída y devolviéndola a la realidad en embestidas brutales. Así que decidió recuperar la postura, y conseguir una nueva identidad, una que no sea Anahi, ni que sea la hermana, ni la secretaria, ni el amor de la vida de un muchacho que no podía apartarse de la rutina. Una identidad que fuera humo, el humo que le tapa los ojos al mundo y hace que choquen, que se hagan mierda unos a otros. Su cuerpo comenzó a sacudirse lentamente, y para su sorpresa, el la soltó.
- Ok, no hay nada mas que puedas hacer.
- Sos dulce. Te amo.
- Y miserable también.
No se escucho mas en la inmensidad de la noche, y acalladas las bocinas de los autos, como si todos entendieran, como si todos fueran parte del funeral. El individuo, el A, B y C salió corriendo de la escena, y allí yacía quien había sido Anahi, semi desnuda, semi enferma, semi enterrada, enteramente muerta.

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