Lied no sabía lo que significaba la palabra "magnificencia", ni aun sabia si dicha palabra tuviere algún significado o existiese en algún diccionario, pero era lo único que podía ocurrirsele ante aquella extraordinaria situación. Definitivamente muchas de las cosas que allí sucedían carecían de significado, así que no creyó que tuviera que darle una mínima importancia a las palabras que empleara, sino mas bien a pasar cual ráfaga de viento, sin dejar estela alguna. Bajo esa oscura y ostentosa vestimenta no podía mas que abrir los ojos de forma en que se notaran sus pupilas a punto de estallar, y al son de aquellas exageradas melodías, le costaba aun mas entender todo ello. Ahora todos parecían comunicarse por señas o símbolos, que a el le resultaban inútiles de comprender, pues habría perdido todo interés para cuando hubiere llegado a destino. El lo sabia, el vivir entre una manada de monos a las cuales no les interesan si lo que pasa en frente es un chimpance o un león, siempre y cuando lleve una corona o insignia encima que demostrase que podía trepar mas alto, no le era para nada atractivo, y sabia que si descuidaba un mínimo su sentido de la moral, luego tendría que hacer volar toda aquella superpoblada jungla.
De cualquier modo, no tenia intenciones de comunicarse, quizas una mínima intervención directa provocaría que comience a salir pelos de su cuerpo cual flor en primavera, o haría que estos espécimenes, despertaran sus espíritus justiciadores y cazadores de leones. Y entre aquella menuda lluvia de papelitos insalvables, negociantes desequilibradamente necesitados y ansiosos, productos de calidad dudosa o utilidad extraña, y torres de gran soberbia, comenzó a caminar y junto a ello, a tropezar en la multitud.
Quizás sus señas no eran el lenguaje correcto pues no podía avanzar mas de dos pasos sin ser intervenido con enfado por alguna de aquellas sombras insistentes, que Lied evitaba mirar a los ojos. Imaginó serian como los perros y que si se les miraba directamente atacarían con todas sus grandes cantidades de feroces mercancías. Mirar a los costados le hizo notar que la manera de detener a la manada, seria conseguir algo de valor para que olfateasen y corrieran tras ello, incluso el vislumbrarse en dicha situación le resultaba cruelmente gracioso.
"Es sorprendente como entre sombras parecen no llegar a un acuerdo. Se observan y analizan casi con un marcado interés por encontrarse baches, para poder decir que no están completas una de la otra y que no son perfectas, y así de esa manera poder justificar su necesidad de satisfacción personal. Y cuando se encuentran dueños de un poder, con el honor de tener la vida de alguien en sus manos y de manipularla, ¡oh cuando se dan cuenta de la real dimensión de la veneración y del ejercicio de poder!, atienden la ruidosa y escandalosa exigencia de su espíritu, la de eliminar a la competencia transformandose en moldes perfectos para sombras perdidas que necesiten un reflejo." Quizás fuese no un pensamiento demasiado atinado, pero si uno muy irónico. El verse a si mismo en un intento de avanzar a pasos agigantados, arrastrando el soberbio abrigo que minutos antes llevaba encima, lo hacia ver como parte de la manada y escupir su propio orgullo. ¿Como, una persona así, podía aun mantenerse en pie en un mercado donde lo que no se vende se intercambia a mano armada?. Su intento por diferenciarse no le era satisfactorio, era un obrero, un insecto absorviendo sangre, un comerciante de almas, un exhibicionista.
Miradas incandescentes creían tener el derecho natural y pudoroso de juzgar su manera de ir, sin tener idea a donde iba. Su agudo oído lo detecto en el momento en que decidió ser conciente. Todo en este mundo llega necesariamente a ser otro alienigena que cambia o destruye al mundo cual plaga epidémica. Todo "es" sin saber aun que puede llegar a ser. Y el imprescindible dialogo que experimentaba cada noche le expresaba: "¿Realmente soy? ¿Como saber que es lo que soy si desde hace segundos que he comenzado a asumir que debo ser?, y sin embargo, soy desde que he abierto los ojos a este mundo... soy desde que he tenido el atrevimiento de gritarle a la humanidad mi primer expresión de voz. No es posible escaparle al humo cuando se esta rodeado de fuego, de lo que se ha dicho, expuesto y sobreexpuesto y decidido por mi, cuando aun no podía yo saber que tenia el derecho a decidir. Y todo lo demás, todo ha llegado ya planteado por simple regla, por costumbre, conexión, lazo biológico, o como quiera decírsele a tal manipulación de los hechos. Y si aquí, en vida, no puedo ser considerado mas que una pulga, siendo extraño el considerar una mínima diferencia en mi persona, ciertamente en muerte debo de poder ser lo que elija y serlo cuando mi espíritu lo requiera, sin ataduras mercantilistas."Su paso seguía siendo melódico y su cuerpo interpretaba la música como si resonara en toda aquella ancha y acaudalada calle. El sabia que evitar las voces no era la mejor ni la mas accesible opción, pero cansado y resignado al fin, iba actuando, iba bailando su ultimo camino. Caminaba y saltaba, teniendo compañía sin tenerla, aparentando estar ausente en el presente, entre secas pilas de ladrillos y devoradores de vidas. Marcaba el paso sin dejar huella, buscaba un destino sin dejar un camino de migajas, sin mirar atras recorría el siniestro camino de tesoros en el que se había plantado su vida los últimos 3 años. Las voces insistían, querían apoderarse de sus sentidos, de su conciente andar... creyó no poder llegar mas lejos, no a donde estaba planeado que sería. Todo tenia la suficiente altura, todo era estúpido e inexplicable, todo era un ultimo vistazo al camino empedrado en el que se encontraba estancado.Al fin. Volar, volar ignorando aquellos murmullos parecía un sueño tan impenetrable. Volar lejos del mundo, caer sobre la gran M que se cernía como una poderosa e inaccesible mano de hierro, demostrar que el sol no es lo que mas alto se encuentra en momentos como este... saber, por un instante saber, si es tan distinto el arriba del abajo. La puerta entorneciendose, el ascensor... el sueño del guardia, el insomnio del señor. Nadie, nadie que pudiera acceder al destino que en ese momento se estaba escribiendo. Nada que pueda interponerse, nada que ver ni que creer... conocimiento, conocimiento al alcance del cuerpo. Estirarse, saber... estremecerse en la oscuridad, soltar lo que cubría su frió, caer...