miércoles, 20 de febrero de 2019

Nunca me gustó caminar por los bosques y colinas. La inseguridad de no saber hacia donde voy, de perder el rumbo y enloquecer, de ilusionarme con una luz y descubrir que era un frágil reflejo del sol; no era satisfactorio ni siquiera pensarlo. Pero un día la vi y todo dió un vuelco, me movió la estructura por completo. La vi, y no la vi, ustedes me entienden... ¿Cómo puedo ver o sentir la perfección si no soy yo misma perfección? El eterno planteo de Dios y su creación. Y es que ella no era perfecta, pero sus incontables imperfecciones, la hacían ideal a mis ojos. No quiero caer en la insoportable redundancia de intentar describirla como lo que se ve a simple vista. Tampoco quiero ceder a las presiones metafóricas de la poesía y el sinsentido de abundantes palabras que no llevan a ningún lado. Es la contemplación la madre y la abuela de la poesía barata, eso lo sé... pero claro, no es la contemplación siempre posible.
La llamaré "Dama de los aros azules", porque ha sido lo primero que vi cuando intenté verla. Intentar no es lograr, por supuesto. Y es que es tan vano el intento de ver lo resplandeciente como lo es el intento de ver la oscuridad. Primero uno intenta enfocar sin éxito alguno, y luego se rinde al sentir, al oído y al espíritu.
Ella lo era todo en ese bosque, era el sol escondiéndose y la luna aclamando por tomar el lugar que siempre le correspondió. Era el naranja allí, el verde allá, la muerte a la izquierda y el ruido de las hojas en el suelo. Era la tristeza y la desesperación de no saber salir y de no saber hacia donde caminar... ella era todo lo que siento estando en soledad, y sin embargo allí estaba, como si se hubiese separado de mi, de mi cuerpo inerte y sin vida. Uno esperaría que yo diga que habiendome separado de mi miedo, quedaba en mi la valentía de seguir adelante... pero no. Para sentir el impulso uno necesita primero atravesar esa desesperación, atacarla en un momento de furia e increparla con decisión. Pero, ¿puedo acaso arremeter contra ella, toda oscura, toda luz, toda miedo? Acurrucada de perfil a mi, a mitad del claro ya agonizante estaba, y parecía estar esperando que un animal pequeño se acercara para extender su mano hacia él. No estaba vestida de blanco como cualquier espíritu del bosque, no tenía un cuerpo atractivo, no era mas que una brisa revoleando su pelo y sus aros azules celestes dejándose ver.
Una alicaída mirada apenas se veía, una mirada dolorosa y perdida en sí misma. Pude leer, en esa fracción de segundo en que su cabello se separó de su rostro con el viento en contra, pude leer lo que soy y lo que fui, lo que ella era y por que estaba ahi... siendo mi espejo y mi pesadez. Pude leer que estaba perdida, que necesitaba algo, seguridad. Lloré mirandola y pensando en su frustración, pensando en lo mal que lo pasaba, en su inseguridad de no saber hacia donde caminar... para todos lados el mismo árbol, para todos lados los mismos tropiezos y marcas de personas que alguna vez se perdieron y murieron allí. Entendí en su mirada sus fracasos y sus ilusiones perdidas, vi sus instantes de angustia, sus enamoramientos consumidos en la nada. Lloré su confusión encontrando en ella la mía, lagrimeé mas cuando vi que estaba herida en todos los sentidos posibles de la palabra. Grité al ver en sus ojos las veces que había pensado en dejar la vida tal como la vivía, en dejar de esperar algo de los demás, en dejar de esperar algo de sí misma. Sollozamos juntos, aunque ella no se inmutaba yo lo sentía, sentía que no estaba ahi pero que estaba perdida por siempre.
Hay momentos simples en la vida, en donde todo se hace menos brillante y empieza a enfocarse. Son instantes cortos, que uno debe cazar como caza bichos de pequeño para hacer experimentos. Crueles pero inagotables, llegan cuando quieren y se van cuando uno los toma, como esos sueños hermosos de los que uno despierta llorando, para terminar dándose cuenta de que ya no sabe por que llora. Y este momento sucedió allí, con ella acurrucada y yo sollozando sin consuelo, percatandome de que ella no estaba perdida, sino que había perdido algo, y que ese algo no volvería porque allí estaba, perdido como ella y sollozando por encontrarla y no tenerla.
Hoy soñé que me derrumbaba y que intentaba volar para no morir, sin éxito. Y toda la estructura de mi vida se derrumbaba conmigo, como ahora me derrumbé yo, aún en el umbral entre sueños y realidades, encontrandome a mi misma acurrucada en el bosque.