sábado, 15 de septiembre de 2018

Cuando pienso en mi vida, veo una flecha. No me ha pasado siempre, sino desde hace poco. No es cualquier flecha, es una flecha que no parece apuntar hacia adelante o hacia atrás, una flecha pseudo irregular que apunta hacia abajo; entonces yo digo que no tiene rumbo.
¿Y cómo es esta flecha? es una flecha que parece querer comenzar a hacer un círculo, empezando desde arriba. Llegando abajo y a un centímetro de haber pasado la mitad del círculo, decide comenzar a torcerse hacia abajo, como si quisiera empezar a dibujar una elipse, pero avivandose tarde de ello.
No sé porque la flecha de mi vida es asi. No sé porque es una flecha. He supuesto mil cosas arquetípicas: flecha como indicación normal de camino, flecha como transcurso hacia adelante, flecha que se queda a la mitad como indicador de traba, flecha irregular como cambio repentino, flecha hacia abajo como hundimiento. Nada me satisface. Es una flecha que me incomoda, que me es desconocida, que no identifico como parte de mi. Pero no puedo no verla cuando pienso en mi vida.
También he pensado en la flecha creando el círculo, en cuestión a aquel concepto que una vez en un colectivo me contaron, sobre el eterno retorno. Si la flecha quiere hacer un círculo, quizás al final vuelve a comenzar en donde empezó, y mi vida se reinicia. Entonces si voy a reiniciar, no quisiera que todo sea igual... pero ¿que puedo hacer si la flecha que reinicia el transcurso, es la misma que antes lo terminó? Todo va a ser igual, todo va a reiniciar, y todo lo que hago se reproduce una y otra vez, en este o en otro universo, en este o en otro cuerpo. A menos claro, que no deje que el círculo termine.
¿Será por ello, que mi flecha se desvía? ¿Que soy yo, la flecha o el transcurso? ¿O soy un protagonista omnisciente? ¿Soy un espectador viendo como la flecha recorre el transcurso por si sola? ¿Y si es así, quien tuerce su camino? Si el camino es predeterminado, no debería poder torcerlo. Entonces yo controlo su camino, entonces o soy la flecha o soy como un dios, un dios que crea movimiento, que juega a cambiar los rumbos. ¿No son todos los dioses asi, jugadores incansables de ruleta, divirtiendose mientras nosotros nos desesperamos por enderezar el círculo? ¿Y para qué, para qué enderezar el círculo, si todo va a ser igual que antes?
Dios se divierte y yo me arrastro, porque su diversión es mi desdicha. Y sin embargo, cuando Dios en su embriaguez y su hartazgo, decide tirar los dados y cambiar el rumbo de mi flecha, me está haciendo un favor. Está diciendo tal vez, que no debería volver a empezar si voy a cometer los mismos actos, o que volver a vivir lo mismo no sería demasiado entretenido. Para él, claro, porque yo vuelvo a vivir lo mismo sin penas ni culpas, sin conciencia de lo aprendido. ¿Entonces sirve de algo repetir todo?
Dios lanza sus dados, mueve las fichas, escribe una nueva jugada, se rie de que yo escriba esto y de mi desesperación por no entender por que mi vida es una flecha, porque yo soy una flecha, porque la flecha me indica el camino, lo que sea. Su nueva jugada podría ir hacia atrás y decirme "ey, te estoy dando la oportunidad de enderezar el camino". Pero sin embargo, yo tambien juego aqui; sin trucos y sin azar yo decido que mi flecha vaya hacia abajo, porque "ey, si voy a empezar de vuelta, no voy a terminar este círculo ridículo e ineficiente, voy a crear el círculo sin los dados de Dios".

No hay comentarios:

Publicar un comentario