Hacia donde miro hay agujeros. Espacios entre momentos, espacios entre lo que fue y lo que es. Es casi como empezar a vivir esas alucinaciones que tenía de pequeña, tiempos en los que a veces me quedaba tan absorta en mis pensamientos, que comenzaba a "ver" como diría mi viejo y eterno amor. En esos momentos se abrían otros ojos en mi ser, cerrándose los que se dedican a mirar cotidianamente las miserias de la vida, pero sin cerrarse realmente. Entonces de un segundo a otro, las cuerdas empezaban a entrelazarse infinitamente, o en ocasiones los agujeros empezaban a emerger uno al lado del otro; algunos se hacían grandes, a veces formaban círculos concéntricos, a veces se alejaban y muchas otras veces se acercaban peligrosamente, grotescamente. Toda una escena repleta de agujeros que me amenazaban con envolverme, tragarme, y no soltarme jamás; una escena que se sucedía frente a mi, frente a todos, frente al mundo, pero a la que sólo yo parecía poder acceder.
Pero de alguna manera tenia que terminar esta fascinante e insoportable escena. Cuando los agujeros se acercaban, o cuando se juntaban y apretujaban llenando el recuadro de visión, yo entraba en desesperación, y eso me llevaba a enfocar mi vista habitual en algo, o a desviar mis pensamientos a otros asuntos. Lo amenazante de la escena era una puerta a la banalidad de siempre, a seguir en una vida vacía y sin sorpresas, sin riesgos, sin agujeros y sin cuerdas, sin el peligro de ser absorbida por una realidad que nadie ve.
¿Una realidad o un instante de locura? ¿Es la locura una falta de realidad? ¿Son esos agujeros auténticos, o sólo son la consecuencia de encontrarse perdido, lleno, o hacinado por la vida? ¿Y que es esto que ahora siento? Siento a esos agujeros encima, siento que me absorben porque nunca me animé a ellos, a sentirme cerca, porque siempre el temor me alejó. Y como todo lo que te sigue, algún día te toca, te siente, te encuentra.
A todos lados donde miro hay agujeros. Me alcanzaron, ahora los entiendo. O será que no, pero si entiendo por qué emergen. Las faltas, la decepción, los desmoronamientos, todo genera estos agujeros que hoy, son reales. Mi niñez fue una puerta al futuro que no supe abrir. Hoy soy banal, hoy no sé, hoy no veo. La puerta se abrió y ya no hay tiempo de entrar en desesperación, porque ahora es todo peligro, todo desgano, todo dolor.
No entendí en su momento, que no es posible escapar de lo inconmensurable del riesgo y de la inseguridad. Hoy lo vivo y lo trago, mientras él me consume a mi.
Tonta Lucy, ya no podes desenfocar, no hay forma de escapar de los agujeros.